Son de pequeña estatura, no son agraciados físicamente y toda la vida han sido feos. Pero como ahora tienen éxito televisivo alguien les ha mentido y les ha hecho creer que están buenísimos.
Son Pablo Motos y Jorge Javier Vázquez. Sus eternos complejos denotan sus actuales actitudes prepotentes y altivas-cuando ambos entraron en nuestras vidas como dos chicos tímidos y humildes-. Pero ahora han dado un volantazo a su físico, han hecho dietas y deporte y ahora protagonizan portadas demostrándonos que ahora además de ocurrentes y simpáticos son lo más fisicamente. Craso error; están ridículos.
El éxito aparte de cambiarlos por fuera los ha cambiado por dentro. Jorge Javier ha dejado de ser el chico sonriente y delicioso al que hemos visto evolucionar en los programas rosas de Telecinco; ahora dice que la fama le jode, que no le gusta firmar autógrafos y se muestra prepotente e intratable en Sálvame. Mientras a los colaboradores los machacan y les hacen matarse entre ellos para salvar la silla, a él lo tratan como a un príncipe y le promocionan todos sus negocios-la academia de canto y demás morralla-. Pablo más de lo mismo; en El Hormiguero ya no es el tímido observador de menudencias que descubrimos en No somos nadie. Ahora es un egocéntrico que quiere acaparar todo, en todas las entrevistas se hace una autofelación y además no soporta que ningún invitado le haga sombra-nadie le puede llamar la atención en su programa por la pena que da queriendo hacer todas las pruebas y ganar todos los retos-. Aunque la mona se vista de seda...
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