Almodovar mon amour; Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón



Iniciamos aquí un repaso a la filmografía de nuestro director de cine más internacional y de una de las personas que más han hecho por la cultura española;

Pedro cuando era niño miraba extrañado el mundo que le tocó vivir. Un mundo rural muy alejado cultural y estéticamente de lo que él sentía por dentro.
Creció rodeado de mujeres en los patios manchegos, donde a la vez que se cosía se repartían cotilleos y confidencias personales, amén de algunas historias sobre "aparecidos" que le han condicionado para siempre su visión de la muerte. No es el único "trauma" que le ha acompañado; también la religión y algunas escenas de abuso pedófilo que nunca ha aclarado si sufrió o simplemente fue testigo.
El mundo cálido de las mujeres era donde el pequeño Pedro se sentía feliz. Esa era la parte buena de un mundo, la mala era todo lo demás; "Si así es la vida prefiero la muerte", dijo de pequeño.
Dice Royo-Villanova en la novela Almodovar mon amour, que Pedro ha buscado pacientemente un universo donde él pudiera ser feliz. Lo encontró en Madrid a finales de los setenta.
Pedro entró con fuerza en la capital con su manera de ser; extrovertido, simpático, ocurrente, culto y divertido.

Con la excusa de estudiar unas oposiciones para Telefónica, Pedro descubrió un mundo libre donde poder expresarse vitalmente, sexualmente y artísticamente. Eran las noches de "La Movida Madrileña" donde se compartía sexo, drogas y ganas de vivir. Este ambiente contagió a Pedro y le dio fuerzas para emprender una sólida carrera artística. El viejo Madrid de las cuatro décadas de dictadura estalló en un torrente de jóvenes provocativos que no veían límites para nada. Fue una generación que cayó en parte por las drogas, y que culturalmente solo sobrevivieron los que maduraron; Almodovar empezó a ser tomado en serio cuando dejó de hacer postales nocturnas de Madrid con argumentos difusos. Los demás cayeron en el olvido en parte por las discográficas yankees, por la institucionalización de "La Movida"-por el PSOE- y en parte por la falta de valía de algunos referentes oportunistas.

La carrera de Pedro comenzó tímidamente; rodó sin parar estrafalarios Super 8, hasta que encontró un grupo de amigos en el mundo del teatro independiente. En "Los Goliardos" creyeron en sus posibilidades; allí conoció a Carmen Maura o Félix Rotaeta.

La primera le animó y le dió la confianza suficiente para estrenarse con un largometraje. Carmen fue su compañera inseparable durante una década-separados por unos celos tontos de esta hacia Bibi Andersen en los Oscar- y con Pedro cosechó algunos de sus mejores trabajos-desde su "separación" personal y laboral solo la hemos podido disfrutar en ¡Ay, Carmela! y en La Comunidad-.

El segundo le consiguió parte de la financiación-Pepi, Lucí, Bom... contó con un presupuesto de medio millón de pesetas que fue asumido por el propio Félix, por parte del equipo técnico y por Pedro, que había cobrado una colaboración para El Víbora-.


El rodaje de Pepi... fue un caos absoluto. No había dinero y solo se rodaba cuando coincidían los descansos laborales del grupo. Este se prolongó durante más de año y medio. No había permisos para rodar en exteriores y no había dinero para decorados-se rodó parte de la película en casa de Alaska-.

La trama de este film cae sobre un grupo de tres jóvenes amigas. Una de ellas es violada por el marido policía de una ama de casa, mientras que la joven Olvido Gara interpretaba a una joven punk. Ahí comenzamos a ver a un Almodovar que siempre buscaba la provocación con los temas que proponía; la venta de la virginidad por parte de una chica, una violación con tintes cómicos y una representación de una "lluvia dorada"-"Está caliente, le refrescará", dice la famosa frase del personaje de Carmen al de Olvido-.

Almodovar no era entonces Almodovar. Ahora tampoco lo es desde que se ha aburguesado. Pero ya daba síntomas de lo que luego vendría-el neorrealismo llegó más tarde, la cuidada estética también y la música underground del momento sería sustituida a la larga por clásicos boleros de los sesenta y setenta-. Pero Almodovar ya sabía lo que quería; un cóctel de humor cañí, un melodrama terrible de travelos y jeringuillas... Almodovar no tenía su estilo, pero aspiraba a él.

Pedro supo retratar como nadie la atmósfera nocturna del Madrid de finales de los setenta y principios de los ochenta. Esta película fue un soplo de aire fresco con su gamberrismo desatado.

Pepi, Luci, Bom... no aguanta un visionado a día de hoy-no es tan sólida ni de lejos comparada con otra película contemporánea a ella; Arrebato-.
Es una cinta irregular, donde los excesos propios de la época, un argumento nada sólido y unos medios técnicos deficientes lastran su visionado.

La verdad es que la prensa ayudó mucho a un Pedro que siempre supo tratarla-no como ahora-.
Sobre esta película podemos citar una crítica que recibió el director en Estados Unidos; "Almodovar es muchas veces ordinario, pero nunca aburrido". Amén.

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