Dado el morboso éxito del artículo La negada transexualidad de Antonia San Juan vamos a repasar dos de las entrevisas más polémicas realizadas a la actriz en las que esta negaba su pasado.
La primera es del Magazine de El Mundo;
SE HA EMPEÑADO ANTONIA SAN JUAN en mostrar su cara real después de pasear por el cielo del éxito su ficción ambigua y transexual.
"Al verme en la película de Almodóvar (ella es Agrado en Todo sobre mi madre) muchos han confundido mi persona con el personaje. Hay a veces hasta una falta de respeto, porque necesitan que yo sea el personaje". Confusión. Han llegado a confundirla con su propio novio (1,80 de estatura, moreno, aspecto muy normal). Confusión que a ella parecía divertirle ("fue un acuerdo, era lo que se pretendía con la película"). Pero ya no.
Viene transparente, tal y como quiere ser: seria, ambiciosa, feliz, femenina, rubísima. Visceral en todo, "soy una Lola Flores". Y al novio que la llama: "Amor, que te quiero". Tiene en los ojos un gesto algo torvo y en la boca una mueca ladeada que a veces le da, como un tic. Al hablar se palpa la cara con sus manos pequeñas, dándose palmaditas, como haciendo circular la sangre por su cutis pálido e irregular. Luego se lleva las manos al pecho, ceñido y abultado bajo una camiseta escasa; y ahí fuera en la Gran Vía de Madrid el termómetro roza los cero grados. Antonia San Juan se palpa de felicidad: su vida es lo que había soñado toda su vida, su historia no es sino lo que ella se ha inventado. No cree en destinos ni azares ni vida después de ésta, sólo cree en su talento y sobre todo en la fuerza de su trabajo: 20 años subida a una tarima. Lo suyo no ha sido un éxito fácil. Reivindica el esfuerzo que carga en sus espaldas y está dispuesta a demostrar su valor dramático.
Se inició en sus juegos de niña solitaria (Las Palmas, 1961), muñecos, sopitas y recortables; creció junto a una abuela candorosa, rodeada de premios y regalos que colmaran su soledad: actuaba inventando el mundo. Siguió inventándolo mientras hacía las maletas, camino a Madrid, aula de teatro de la universidad: 20 años inventando monólogos, escupiéndolos subida a unos tablones. Y así hasta que Almodóvar se sentó entre su público y se convenció a sí mismo de que ella era la actriz ideal para uno de los personajes más comprometidos que jamás hubiera escrito. La película espera turno en el palmarés de los Oscar, Antonia San Juan ha pasado de la tarima a la dirección teatral (Hombres... y alguna mujer), se estrena como madre en Asfalto (película de Daniel Calparsoro) y recibe en su casa guiones a paladas. La entrevista, por aquello del realismo, la hacemos sobre su tarima de comediante en el Mad Café de Madrid.
PREGUNTA.-"Una actriz dramática con una vida de comedia".
RESPUESTA.-¿Esa definición es mía? No lo recuerdo (una actriz dramática con una vida de comedia), pero tampoco lo desmiento: me encaja.
P.-Lo que sí es cierto es que es usted lo que soñó ser.
R.-Totalmente: mi vida es tal cual yo la deseé. Pero aún estoy empezando, tengo que trabajar mucho para demostrar que soy una buena actriz. Y tampoco voy a decir que lo tengo todo, porque no quiero que nadie me envidie y se destroce el hígado por mí. Soy feliz, siempre lo he sido.
P.-Según esto, ¿la vida es una fábula que uno se construye a medida?
R.-Totalmente. De cualquier forma, todos los recuerdos de mi vida son gratos. No ha habido tristeza ni aburrimiento en mi vida. He sido una privilegiada: hija única, sólo tenía que pedir para obtener; me vengo a Madrid con 19 años y empiezo a trabajar en el teatro de la universidad; luego decido hacer stand by, una serie de monólogos desnudos, y encuentro unos colaboradores buenísimos; a continuación sucedió lo de Almodóvar, y ya sobre ruedas.
P.-Antes de ser actriz se dedicaba a grabar en un casete historias que se le ocurrían, ¿también así grabó su vida?
R.-No, grababa monólogos; pero sí deseaba ocupar un lugar en la escena, y así ha sido.
P.-Una fábula muy ambiciosa.
R.-Yo soy muy ambiciosa. Hay una sola vida para hacer todo lo que uno desea: no creo en nada que no sea lo que se toca.
P.-¿No le da pudor mostrar su ambición?
R.-No, porque no me parece nada malo. También soy muy envidiosa y muy celosa: son ingredientes de la condición humana que nos hacen crecer: si los demás pueden, yo también puedo.
P.-¿Qué le queda por hacer que aún no haya hecho?
R.-¿Qué me queda? Todo, toda una vida por hacer: películas, teatro, pegar fotos en un álbum, viajar a festivales, ser una actriz internacional...
P.-¿Sólo piensa en el trabajo?
R.-No, también me queda un proyecto de vida con una persona, una fami... muchas cosas. Si no me quedara deseo, moriría. Yo no me voy a jubilar nunca, me veo con 70 años dando conferencias, y a los 85 muriendo dormida en un avión.
P.-¿Hasta su muerte se ha diseñado?
R.-Sí, dormidita en un avión, que me llamen, señora San Juan, me toquen y digan, ay se murió. Sin dar escándalos, porque me gusta la discreción en todo.
P.-¿Ganar dinero es una motivación importante?
R.-Por supuesto. Si tengo prestigio tengo que tener dinero. No hay artistas con prestigio y pobres.
P.-¿Cómo no?, la bohemia siempre ha existido.
R.-Es que a mucha gente el dinero le crea conflictos.
P.-¿Y a usted?
R.-No, no tengo ningún pudor con el dinero, igual que soy desvergonzada en el escenario o delante de la cámara.
P.-Además del dinero, la confusión, la duda, ¿también son un objetivo?
R.-Hice Con el grito en el cielo y La primera noche de mi vida, e hice teatro todas las noches y nunca hubo confusión antes de ser el travesti en Todo sobre mi madre. Y para mí es un orgullo que se desatara esa duda, porque fue lo que nos propusimos. Pero ahora tengo que demostrar que puedo hacer otros papeles. Todo lo innovador resulta una provocación y yo soy muy rupturista.
P.-O sea, que intenta convencernos...
R.-Convencer de nada, cada uno tiene derecho a opinar lo que quiera de mí, porque estoy ahí, expuesta. La gente prefiere pensar que yo no tengo ningún tipo de formación, que Pedro (Almodóvar) me recogió de una esquina y me puso en una película: porque les viene mejor. Igual que cuando digo que soy autodidacta y hablo de la simpleza de la actuación: la gente se niega a escucharlo. Pero hacer un monólogo en un escenario es lo más complicado que hay.
P.-Convénzame, aunque no quiera, de que antes de Agrado era usted una actriz perfectamente femenina.
R.-¿Y qué iba a hacer, si era una mujer?
P.-¿La gente le pregunta mucho si es usted un travesti?
R.-La gente de la calle, no. Me lo preguntan los periodistas, siempre. Pero que no pasa nada. Yo lo que tengo que hacer ahora es mi carrera de cine, tengo películas pendientes fuera y dentro de España, y 12 guiones esperándome en casa: esos directores ya no me ven como Agrado.
P.-¿No es cierto que cuando Almodóvar la eligió estaba haciendo castings con travestis de la calle?
R.-Sí, sí. Y luego fue cuando su secretario vino a verme al Candilejas. Lo primero que me dijo Pedro fue que yo no era lo que él buscaba, que me veía muy monja, muy para adentro, porque iba como muy discreta vestida y ni siquiera parecía que tuviera tetas. Sí tengo, le dije. Después de tres semanas de pruebas, prótesis y maquillajes, me dio el papel.
P.-¿Almodóvar llegó a usted por casualidad o es que usted ejercía en una especie de escuela o estilo almodovariano?
R.-Ninguna de las dos cosas, en absoluto. Yo hacía comedia, los comediantes han existido toda la vida. Tenía mi estilo y luego encajé en su película. Si dijera que fue por casualidad o por suerte estaría negando mis 20 años de formación y trabajo.
"El amor es importante siempre que haya un proyecto de vida. El amor puro no lo sostiene nadie"
P.-"Sólo responderé el día que tenga que desnudarme delante de una cámara". Lo dijo usted misma refiriéndose a la definición de su sexo.
R.-Si me desnudo se verá que soy una mujer. Pero luego dirían: es que se operó.
P.-¿Le costaría desnudarse?
R.-En absoluto.
P.-¿El mayor drama de un homosexual es enfrentarse a su propia educación, al modo en que ha aprendido la vida?
R.-No tengo ni idea, los homosexuales que conozco son muy felices, tienen una sexualidad muy clara y muy vivida. Nunca he conocido a nadie en el proceso de reconocerse homosexual, pero los dolores son graves en la medida que uno quiere.
P.-¿El que hoy haya más homosexuales que nunca es una cuestión genética o de tolerancia?
R.-Yo no creo que haya más homosexuales en el mundo, qué disparate. El sexo siempre ha sido una opción, no se puede ver como una perversión. Ahora somos más, luego hay más homosexuales. Y evidentemente, no es lo mismo una dictadura que un régimen abierto. También en la época de Franco se enviaba a las adúlteras a picar piedra a Fuerteventura.
P.-¿Cómo educaría usted a un hijo para que no padeciera esas barreras entre los sexos?
R.-En una familia estupenda puede crecer un asesino y de una familia de asesinos puede salir una persona modélica. ¿Cuáles son los límites de la educación? Con total permisión puede salirte un hijo perverso y en la represión puedes generar a un loco, un incapaz. Me parece lo más complicado y difícil del mundo.
P.-¿Se atrevería a tener un hijo?
R.-Es lo que más deseo del mundo y lo que más terror me da. Me produce mucho conflicto, sólo el hablarlo me genera ansiedad.
P.-¿Sigue haciendo su vida independiente con el amor de su vida?
R.-No, hubo una separación, después de 15 años.
P.-¿Cree, como Daniel Calparsoro, que el amor importa por encima de todo?
R.-El amor es importante siempre que haya un proyecto de vida con la otra persona. Aunque el proyecto sea sentarse todas las noches a ver la tele, o crear una empresa, o tener un hijo. La pasión a solas es efímera, dura nada. El amor puro no lo sostiene nadie.
P.-¿El amor tiene que ver con la realidad?
R.-Por supuesto, y es un trabajo, y un proyecto, como la amistad. Tengo que levantarme para hacerte un zumo, y buscar tiempo para estar contigo, y regalarte algo en tu cumpleaños, y pegar en una cartulina una foto que nos hicieron juntos: eso es el amor. Si no, cuando la pasión se acaba, el amor desaparece.
P.-Antonia, ¿esa infancia tan femenina y colmada que se pinta usted, es parte de la fábula?
R.-Fue muy bonita, muy bonita. Mis padres vivían separados y debía de ser un sentimiento de culpa que les movía a atiborrarme de afecto, cariño y sobre todo mucha cosa material, cada uno por su lado.
P.-¿De forma que usted no sentía la carencia de unos padres?
R.-No, porque mi abuela era mi brújula, la madre de mi padre, me lo daba todo, me llevaba al colegio, me compraba la colonia (y se pone a gesticular como si tuviera una muñeca enfrente: lacito, bomboncito, pataplín, pataplán). Viví con ella hasta los 13 años, porque entonces se murió. Mi madre era auxiliar de clínica y mi padre cobrador de autobús.
P.-Dice que su madre viajaba mucho en avión y que la recuerda siempre recién aterrizada y ataviada con una peluca roja, ¿esto es la fábula o es la realidad de una auxiliar de clínica?
R.-No, no, no, es verdad. Ella trabajaba en la Seguridad Social pero tenía un novio arquitecto, muy conocido y muy viajero, y la recuerdo llegando a la playa con su peluca roja o con el pelo rubio muy cortito. Era una mujer muy moderna en los 60, y a mí no me gustaba, porque veía a las madres de mis amigas, tan normalitas, y ella tan exuberante, tan tetona; me daba corte. Estaba poco con ella porque la patria potestad la tenía mi padre.
P.-¿En vez de jugar a médicos y enfermos, ya jugaba a ser Marisa Paredes?
R.-La admiraba mucho, y a Lola Herrera, y a Ana María Vidal. Siempre estaba sola y jugaba a actuar, y a las casitas, y a las cocinitas con leche en polvo y gofio. Todo el tiempo hablando y hablando y haciendo las voces de las muñecas (que aún recuerda, y las vuelve a hacer).
P.-Antonia, decía que el éxito era nada, sin embargo se le ve un poco cansada, agobiada, diría.
R.-Hombre, el éxito es importante, te lo mueve todo. Pero he aprendido a serenarme: nunca pasa nada.
P.-Eso será la madurez, ¿no echa de menos la juventud?
R.-Nada.
P.-¿Ni siquiera físicamente?
R.-A lo mejor, cuando veo que ya no marco tanta cintura o... La decadencia siempre te da miedo, pero por otro lado se gana tanto: aprender a saborear la vida, perder la ansiedad... ya no me salen calenturas en los labios. Da miedo porque, sobre todo en el mundo de las mujeres, todo gira en torno a la juventud. Cuando una mujer cumple 40 años se le asocia a ciertas porquerías que nada tienen que ver con la feminidad. Y después a un señor de 60 años le dicen, qué atractivo: no, qué mierda, es un señor de 60 años igual de viejo que una señora de 60.
P.-¿Ha tenido que ver con el éxito el que le haya traspasado la tarima a Luis Miguel Seguí para dedicarse usted a la dirección teatral?
R.-Tiene que ver. He delegado en él, está trabajando en mi misma línea. Tenía que ser alguien especial en mi vida, alguien con quien tuviera una relación, porque son muchas horas de dedicación. Y tenía que ser un buen actor en el que yo confiara, para conseguir una especie de simbiosis.
P.-¿Cuánto tardarán en proponerle la edición de sus monólogos?
R.-¿Los de Luis Miguel? Es que ahora lo que quiero es definir mi carrera en el cine. Hace unos meses ya publiqué los monólogos de Mujeres ligeramente alteradas, pero es una etapa anterior, ya estoy en otra cosa.
P.-Talento, voluntad, destino, ¿cuál es el factor decisivo?
R.-Primero voluntad, y luego el talento y el trabajo. En el destino no creo, en absoluto: tú quédate quieta aquí y ya verás lo que te pasa. Nada.
La segunda entrevista fue en El Periódico de Catalunya;
Vuelve con Lo mejor de Antonia San Juan, recopilación de sus mejores monólogos y de alguna pieza de cuando, hace 25 años, recorría con su desparpajo los bares de Madrid.
Información publicada en la página 68 de la sección de Espectáculos de la edición impresa del día 14 de septiembre de 2011 VER ARCHIVO (.PDF)
-¿Habla usted de su vida?-No, es todo inventado. Los textos son de Félix Sabroso, Enrique Gallego y míos. Hago 13 personajes: una madre fálica y prepotente, una mujer abducida por un ovni, una modelo egocéntrica, a la que dejan sola...
-¿Usted ha sufrido la soledad?-Nunca, porque siempre he trabajado. Es lo único que no te va a faltar. Cuando a uno se le muere un ser querido o se separa, si tienes trabajo no te quedas sola, es lo más importante, sobre todo para la mujer.
-Trabaja siempre con su marido, Luis Miguel Seguí, productor de esta obra y con quien compartió planos en la serie La que se avecina. ¿Encontró usted su media naranja?-Yo he encontrado una naranja entera. Somos como siameses. Todo el día estamos juntos y no nos cansamos nunca, nos llevamos muy bien. Y llevamos así 13 años.
-Otro de sus personajes aborrece de todo. ¿A usted qué le da asco?
-La doble moral, que la gente no se haga responsable de lo que dice y hace. Y me choca que en el siglo XXI la gente siga creyendo en la religión. Eso es que no leyeron; donde no hay pensamiento ni ciencia, hay religión. Si no lees crees en Dios. ¡Con lo intolerante que es la Iglesia, sobre todo con las mujeres! En la obra me despacho bien: «... y con la ayuda de Dios y de la Virgen, porque para ser tan talibana y tan hija de puta hay que llevar a Dios metido en las venas...». Yo soy un poco punk.
-También carga contra la prensa del corazón... ¿Tan mal se lleva?-No me llevo. Me parece terrible que exista. Pagar una carrera a tu hijo para que termine haciendo lo que hacen y han hecho siempre las abuelas en los pueblos sin cobrar. Y eran bravas, ponían a parir a todos, estaban pendientes de con quién se acostaba cada uno.
-Usted le debe mucho a su abuela.-Yo tuve a una abuela muy leída, me enseñó las fábulas de Esopo, de Samaniego. Me las aprendía y luego en los bares mi padre me subía a la mesa y las recitaba.
-Así empezó su carrera.-El problema fue que los del bar querían darme dinero pero mi padre decía que no. Tuve serios problemas para cobrar; lo veía como algo malo, me costó varias sesiones de psicoanálisis, creía que debía trabajar de forma altruista. Al final entendí que debía cobrar, ¡y me va increíble!
-La volveremos a ver como la Estela Reynolds de La que se avecina.-No, prefiero que quede como una actriz de culto y que no digan: ya está la pesada esa otra vez.
Del lado del verano. ¿De qué trata?-Es una crítica a la familia. Como institución, después de la Iglesia, es lo más decadente que hay. No creo en la familia tradicional, donde solo se prohíbe. Va bien si eres un drogadicto o tienes problemas, pero si eres un individuo sano, a la familia hay que visitarla, llevarle flores a la madre y respetarla. Pero no hay que quedarse allí a los 40, ni a los 25 años, jodiendo a esa señora, dejándole los hijos para que te los cuide. Hay que aprender de los animales.
-Ha dirigido una nueva película,
-¿Usted dejó el nido muy pronto?-A los 18 me fui de Canarias a Madrid con 25.000 pesetas, que me gasté enseguida. Me tuve que espabilar.
-¿Le molestó la ambigüedad sexual sobre su persona tras interpretar al transexual Agrado en Todo sobre mi madre, de Almodóvar?-Estoy harta de que me nieguen mi feminidad, no se lo permito a nadie. Me molesta porque niegan todo lo que soy y me convierten en un ser marginal, en alguien al que miran por debajo. Necesitan denigrarme para poder relacionarse conmigo, eso tan cristiano de «te quiero porque eres pobre, pero si ganas más que yo, ya no te quiero...» Agrado me lo arregló todo pero también me encasilló, me fagocitó e hizo que nadie me diera trabajo. Si te ven como ese personaje, ¿qué te van a dar?
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