Polémico artículo el que ha escrito Salvador Sostres en El Mundo con la Infanta Cristina como protagonista principal;
Cristina puede salvar a la Monarquía. Lo mejor que le podría pasar a la Casa es que la hija menor del Rey, además de haber sido imputada, sea también juzgada y encarcelada. En la institución, Cristina es una pieza menor, por su escasa relevancia y ninguna sustancia, pero simbólicamente es significativa, de modo que si entrara en prisión nadie la echaría en falta y en cambio el Rey y el Príncipe saldrían reforzados por haber asumido y respetado una Justicia que aquel día parecería verdaderamente igual para todos.
La Monarquía vertebra a los países dándoles continuidad y estructura. Un país sin rey es como una boda por lo civil. Puestos a hacer las cosas, hagámoslas bien. España perdería uno de sus únicos referentes sólidos si se aboliera la Monarquía. Si te fijas en la hoja de servicios de los republicanos, verás que muy poco han aportado. Siempre estuvieron en el lado equivocado, todo lo que defendieron naufragó; justificaron el comunismo, que es la atrocidad más salvaje, y su resentimiento social y su rabia les han impedido incorporarse con normalidad a la democracia. Vale más un rey magullado que miles de atléticos iracundos sin nada que perder y que creen que les debemos algo.
Cristina tiene la posibilidad de salvar a la Monarquía comportándose por fin como una Infanta, y haciendo honor a la educación que ha recibido, no precisamente barata. Después de una boda con un jugador de balonmano y de haber llevado una vida mucho más censurable por la horterada que por el presunto fraude, está en la edad perfecta y en situación inmejorable para resultarle útil por primera vez al Reino de España, a su hermano y a su padre, contándole al juez todo lo que sabe y aceptando su destino trágico. Encarnaría la épica de heroicidad moderna y su ejemplo, aunque al principio muchos no lo entenderían, sería a la larga estudiado por valiente, por dignísimo, porque precisamente en esto consiste la Monarquía. De fondo queda la lección fundamental de que una Infanta no puede casarse por amor y que si no está dispuesta a cumplir con sus más que obvias obligaciones es mejor que renuncie, porque de otro modo el ridículo es luego espantoso. A Urdangarin no le han pillado por lo que ha hecho sino por lo mal que lo ha hecho. Los negocios, toda clase de negocios, no son ajenos a La Zarzuela, pero sí lo son la absoluta falta de preparación y de inteligencia.
Felipe no será rey sin sacrificios. La gente está loca y los tiempos son extraños. Pudiendo sacrificar a su hermana es absurdo, y contraproducente para la institución, que se sacrifique él o que se mancille todavía más el honor de la Casa y de su padre con maniobras judiciales que intenten salvar a Cristina en el último momento. La última desimputación fue bochornosa. Aunque su culpabilidad fuera incierta, darle a la turba la carnaza de ver entrar a una Infanta en la cárcel es lo que más puede calmar a las fieras. Ya que a la hora de casarse no supo anteponer su deber a su capricho, que aprenda ahora a hacerlo y que en su aprendizaje –duro,, no lo niego– redima a su familia de todos sus pecados. Cristina, ya sé que todo esto tiene que ser para ti muy ingrato. Pero así es como suelen acabar, para una Infanta, los partidos de balonmano.
Vía: El Mundo
Pues tiene razón el pajas de Sostres...
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