El Rey nos dice adiós tras casi cuatro décadas, de las que tres y media las ha vivido tomando el sol; es decir, sin una sombra de crítica, sin presión de paparazzis-los únicos problemas los solucionó amenazando a Pedrojota, que traicionó a Sabino- y con el aplauso casi unánime de la lanar sociedad española.
Atrás quedaron las sombras por el dedazo de Franco, su siniestra actuación en los días previos al 23-F, sus amistades peligrosas con mafiosos del nivel de "Los Albertos"-que no pisaron la cárcel- o Colón de Carvajal, que le estaba haciendo una fortuna en Suiza con un corrupto porcentaje de "crudo" que entraba en nuestro país, la cacería de Botswana-que propició su final; físico por la caída y de imagen por Corinna-, sus vídeos con Bárbara Rey-el CESID entró en su casa para robarlos y compraron su silencio encargándole programas en Canal Nou y TVE-, el accidente infantil por el que mató a su hermano con una escopeta, el intento de tapar la corrupción de su hija Cristina y su yerno Iñaki, sus líos con Marta Gayá, etc...
Ahora se abre la veda para desvelar una vida tan intensa como golfa. Cuando llega su final hay que reconocerle sus hechos buenos y los menos buenos. Hay que reconocerle que quizás fue el hombre ideal para contentar a todos durante algunos años y darle cierta inestabilidad a la poco común democracia española, pero le sobraron veinte años. Su decrépito final es producto de sus sombras, de su tormentosa vida personal, de su poco higiénica fortuna-Forbes dice que tiene 1.700 millones de dólares- y de la actual crisis, que ha provocado que la ciudadanía lo vea como un golfo que sobra.
Su popularidad ha caído a la mitad en veinte años; del 7,4 del año 95-la institución mejor valorada por nuestra sociedad- ha pasado al 3,6 de la actualidad.
Dice Juan Carlos que la decisión está tomada desde enero, pero hace un mes en un programa de TVE negaba este extremo. No sabremos por ahora si el resultado de las europeas, que pone en la picota al bipartidismo que apuntala su jefatura del Estado, tiene algo que ver con la decisión.
En las redes sociales y en manifestaciones convocadas esta tarde miles de ciudadanos piden y pedirán un referéndum, para evitar que un golfo diga quien sea nuestro jefe del Estado.
Felipe de Borbón-Felipe VI- no se puede coronar sin la complicidad de la sociedad española, es decir, que no tendrá legitimidad si no impulsa un referéndum. Y si lo gana, todos tendremos que aplaudirle como humildes plebeyos. Pero lo haremos con gusto democrático.
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