Con la primera parte de las memorias de Javier Salvago todavía sin digerir, nos aventuramos a la segunda parte; las mediáticas. En 'El Purgatorio' el poeta sevgillano cuenta tres décadas de andanzas mediáticas con Iñaki Gabilondo, con el que no conectó; con Encarna Sánchez, a la que califica de "psicópata"; y con Jesús Quintero, con el que ha trabajado durante tres décadas codo con codo.
El negro de sus hondas reflexiones y el autor de las ambiguas preguntas inmersas entre el denso humo de los cigarros, revela en una valiente y cruda autobiografía sus vicios, sus debilidades, su brutal humanidad. Un libro de los que duele leer, al que solo le sobran el burdo intento de compensación de las horas robadas a su hijo y un innecesario y duro alegato contra la telebasura.
Dice el guionista que cuando va por la calle le suelen preguntar sobre la cacareada homosexualidad de Quintero y si paga a fin de mes. Lo primero lo desmiente con rotundidad, y lo segundo lo afirma con seguridad. Y no es que el locutor no pague, sino que cuando tiene dinero se mete en unos líos de aupa por negocios ridículamente románticos. Salvago, que afirma que la incompatibilidad de caracteres le separa de Quintero, pinta un locutor caótico y ciclotímico, entre amenazas de cobradores del Frac, obras sin licencias, impagos, depresiones e infartos.
De Quintero apenas elogia su selección musical y agradece la oportunidad que le dio cuando peor estaba el poeta. Pero el retrato pintado huele a desprecio; Quintero es una mediocre voz que pregona lo contrario de lo que hace. Es un pirado egocéntrico que no sabe ver más allá de su nariz. Es un paleto enamorado de la apariencia y el famoseo. Es en definitiva un sujeto ensimismado que sufre el secuestro por parte de su personaje ficticio que lo condena al diván eterno. Seguramente lo describa así por rencor personal, tal y como se revela de un significativo pasaje donde cuenta como Quintero echó a su hijo del programa. Omite, seguramente por el problemático desgaste por convivencia de un sujeto con la personalidad de Quintero, que Jesús ha escrito algunas de las mejores páginas de la televisión; poética, marginal, cultural, reflexiva. Y además enseñó a los pillos de tabernas a vestir con chaqué. En eso tiene mérito, el canalla.
Leer: El retiro forzoso de Jesús Quintero
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