El Mundo lincha a Pedrojota en su editorial: lo llama mentiroso, le acusa de intentar dirigir el periódico y le recuerda su jugosa indemnización-y éste responde defendiendo a su hija María-







Si ayer era Pedro J. Ramírez el que atacaba a El Mundo, del que desvela que le pide cien mil euros por criticar varios aspectos del periódico, hoy es El Mundo el que contesta al riojano desde su editorial, titulado "En esta pecera no existe censura": 


Algunos de nuestros lectores les pudo sorprender ayer la publicación de un artículo duro e injurioso contra nuestro director, escrito nada menos que por su antecesor, Pedro J. Ramírez, en su colaboración semanal. La práctica de nuestro diario es publicar todos los artículos de opinión sin ejercer nunca la censura. Y ésta es una prueba. Es una de las señas de identidad que hacen grande a EL MUNDO.
Sí, sorprende que la misma persona que ha trabajado con nuestro director durante casi 30 años, en los que, como él mismo afirma, le ha ascendido de redactor a vicedirector y ha avalado su nombramiento, acordado por unanimidad por el consejo de administración de Unidad Editorial, estime repentinamente tan escasos sus valores profesionales.
En la fiesta del XXV aniversario de EL MUNDO, Pedro J. Ramírez aludió al proyecto que «dirige con gran acierto y como factor de continuidad mi querido Casimiro García-Abadillo». ¿Cuándo no estaba diciendo la verdad Pedro J.? ¿En su discurso? ¿En su última carta? ¿En ambas ocasiones? Es muy difícil saber cuándo algunos dicen la verdad.
La transición no ha sido nada fácil. Sin duda, Pedro J. Ramírez es uno de los grandes directores de periódico que ha habido en España en los últimos 50 años. Y EL MUNDO es, en una parte muy considerable, obra suya.
Sin embargo, en estos nueve meses el diario ha logrado mantenerse y mejorar sus resultados sin perder su carácter y su esencia crítica con el poder. No hay relaciones incestuosas con miembros del Gobierno como dice Pedro J. Ni el periódico protege a nadie por su relación con el director. Afirmar eso es una falsedad que daña no ya a García-Abadillo, sino a toda la redacción de EL MUNDO.
Pedro J. sostiene que está recluido en una «mazmorra», como si alguien hubiese decidido encerrarle para impedir que su opinión siguiese iluminando a los que necesitan de su luz. No hay mazmorras. El ex director de EL MUNDO puede hacer lo que le venga en gana, salvo, como es natural, pretender dirigir el diario desde otro despacho que no sea el del director.
Naturalmente que Pedro J. es y ha sido incómodo para el poder, pero la clave de su salida no fue política. El cese en sus responsabilidades se produjo fruto de un acuerdo amistoso con Unidad Editorial, que supuso para él una sustanciosa indemnización y su continuidad en la empresa con otras funciones.
Lo que vale la pena es mantener vivo el espíritu de esta maravillosa pecera, no tratar de romperla porque ha dejado de ser el reino de un solo pez.

La respuesta del fundador no ha tardado en llegar vía Facebook:

El editorial que hoy publica EL MUNDO contra mí supone un salto cualitativo muy revelador en la medida en que convierte un toma y daca entre dos periodistas (Casimiro me mencionó de forma despectiva y crítica hace nueve días, yo le respondí con educada ironía ayer) en un ataque expreso del periódico contra su fundador y director durante 24 años y medio.
Se trata de una especie de intento de automutilación en toda regla que culmina una sorprendente trayectoria –quién te ha visto y quién te ve- orientada desde el primer momento a intentar destruir los lazos contractuales y sobre todo emocionales que todavía me unen con EL MUNDO.
Sólo esta interpretación explica episodios marcados por la misma pauta como el trato dado a María Ramírez y Eduardo Suárez, la orden de no publicar nada sobre mi intervención en Chiclana por el hecho de que participara la chiclanera Ana Romero, mi exclusión de la foto del XXV aniversario –suficientemente calificada ya por propios y extraños- o las propias referencias sobre mí y contra mí en el editorial del miércoles 22 y esa entrevista de la contraportada del sábado 25. Únase a todo esto la reiterada negativa de Casimiro a sentarse conmigo para dirimir nuestras diferencias pese a la insistencia de altas instancias de Unidad Editorial.
Que cada uno saque sus propias conclusiones sobre este itinerario pero el editorial de hoy se aparta torpemente de la verdad en varios aspectos clave. Presenta en primer lugar –“en esta pecera no existe la censura”- la publicación de mi respuesta a Casimiro como una muestra poco menos que extrema y heroica de libertad de expresión cuando no fue sino la expresión del elemental fair play habitual en todos los periódicos. ¿Si alguien es zaherido en su propia casa, cómo no va a poder defenderse?
Lo extraordinario y gravemente dañino para EL MUNDO hubiera sido que tras dar rienda suelta a una de las partes se hubiera amordazado a la otra. Este es el aspecto esencial de la cuestión pues todos y cada uno de los párrafos de mi texto estaban referidos a afirmaciones concretas de Casimiro sobre mi persona. Si él no hubiera desenfundado primero, yo nunca le hubiera dedicado esa Carta ni ninguna otra.
En su huérfano intento de presentar mi réplica a una persona como un ataque contra EL MUNDO, el editorialista me hace decir cosas que no están en mi texto. Por ejemplo que “estimo escasos” los “valores profesionales” de mi sucesor cuando literalmente digo que los cambios que viene introduciendo en el periódico –bola verde al margen- son “seguramente acertados”. O por ejemplo que le achaco “relaciones incestuosas con miembros del Gobierno”, cuando lo que en realidad digo es que toda relación “entre la prensa y el poder” es “incestuosamente letal” y añado que “no me cabe la menor duda” de que, llegado el caso, Casimiro será “implacable” con cualquier político, como lo fui yo, al margen de su mayor o menor cercanía personal con él o ella.
“El periódico no protege a nadie por su relación con el director”, dice el editorialista. “Afirmar eso es una falsedad que daña no ya a García-Abadillo sino a toda la redacción de EL MUNDO”. He aquí la clave de por qué se me tergiversa tanto: es el viejo truco de transformar la polémica con un jefe en ataque a todos sus subordinados para buscar solidaridades en el agravio. Por eso Casimiro dijo ayer en un tuit que “para algunos”, EL MUNDO es mi “Moby Dick”. Se trataría de presentarme nada menos que como enemigo del periódico que alumbré hace un cuarto de siglo. Fantástica coartada: Pedro J. es culpable.
Pero el párrafo en donde lo que hoy publica EL MUNDO se aparta más indecentemente de la verdad –mientes, editorialista, y tú lo sabes- es aquel en el que dice: “la clave de su salida no fue política”. ¿Cómo se puede dañar tanto la credibilidad de un medio desde sus propias páginas? ¿Habrá un solo lector que se crea eso?
Reproduzco de nuevo las palabras del propio Casimiro al día siguiente de tomar posesión: “Han cesado a Pedro J. porque en los últimos tiempos nuestro periódico ha publicado informaciones muy comprometidas que han afectado a instituciones, partidos políticos, sindicatos, etc. Los poderes fácticos de este país no soportaban a un director como Pedro J. A esto se suma una situación financiera complicada del periódico”. Y parafraseo el editorial: ¿Cuándo no estaba diciendo la verdad el nuevo director, en su espontaneidad de entonces o en su cálculo de ahora?
La tergiversación adquiere tintes más infames cuando se añade: “El cese en sus responsabilidades se produjo fruto de un acuerdo amistoso con Unidad Editorial que supuso para él una sustanciosa indemnización”. De nuevo se pretende incitar contra mí sentimientos de agravio –por decirlo finamente- en base a falacias fácilmente desmontables. Basta repasar lo que dije en mis despedidas para constatar que fui destituido unilateralmente contra mi expresa voluntad y que lo “amistoso” fue el acuerdo para seguir publicando los domingos.
Y no –mientes editorialista y tú lo sabes-, lo que dio pie a esa “sustanciosa indemnización” –que, insisto, ahora mismo devolvería si me restituyeran en mi puesto- no fue ese acuerdo sino lo establecido a lo largo de un cuarto de siglo en mis sucesivos contratos como director, el último de ellos firmado en Berlín en diciembre de 2007, elevado a público ante el notario de Madrid Jesús Roa y complementado por una garantía solidaria de RCS que aseguraba al cien por cien el cobro de lo pactado.
En lo único que estoy de acuerdo con el editorial es en su penúltima línea: “Vale la pena mantener vivo el espíritu de esta maravillosa pecera”. Quien lo ha escrito parece haber descubierto de repente que desde 1989 hasta 2014 nuestra redacción fue “el reino de un solo pez”. Como Casimiro me ha excluido literalmente de ella –“Se muere, ya no tiene el agua para vivir”- ignoro si eso ha cambiado o no. Pero hasta la persona que me tenga menos simpatía dentro de la redacción sabe que en mi pecera cabían todos y que, si yo volviera a tener algo que ver con su gestión, pese a todo lo sucedido, el propio Casimiro seguiría teniendo, por sus méritos profesionales, un puesto de honor en ella.
Sólo esta interpretación explica episodios marcados por la misma pauta como el trato dado a María Ramírez y Eduardo Suárez, la orden de no publicar nada sobre mi intervención en Chiclana por el hecho de que participara la chiclanera Ana Romero, mi exclusión de la foto del XXV aniversario –suficientemente calificada ya por propios y extraños- o las propias referencias sobre mí y contra mí en el editorial del miércoles 22 y esa entrevista de la contraportada del sábado 25. Únase a todo esto la reiterada negativa de Casimiro a sentarse conmigo para dirimir nuestras diferencias pese a la insistencia de altas instancias de Unidad Editorial.
Que cada uno saque sus propias conclusiones sobre este itinerario pero el editorial de hoy se aparta torpemente de la verdad en varios aspectos clave. Presenta en primer lugar –“en esta pecera no existe la censura”- la publicación de mi respuesta a Casimiro como una muestra poco menos que extrema y heroica de libertad de expresión cuando no fue sino la expresión del elemental fair play habitual en todos los periódicos. ¿Si alguien es zaherido en su propia casa, cómo no va a poder defenderse?
Lo extraordinario y gravemente dañino para EL MUNDO hubiera sido que tras dar rienda suelta a una de las partes se hubiera amordazado a la otra. Este es el aspecto esencial de la cuestión pues todos y cada uno de los párrafos de mi texto estaban referidos a afirmaciones concretas de Casimiro sobre mi persona. Si él no hubiera desenfundado primero, yo nunca le hubiera dedicado esa Carta ni ninguna otra.
En su huérfano intento de presentar mi réplica a una persona como un ataque contra EL MUNDO, el editorialista me hace decir cosas que no están en mi texto. Por ejemplo que “estimo escasos” los “valores profesionales” de mi sucesor cuando literalmente digo que los cambios que viene introduciendo en el periódico –bola verde al margen- son “seguramente acertados”. O por ejemplo que le achaco “relaciones incestuosas con miembros del Gobierno”, cuando lo que en realidad digo es que toda relación “entre la prensa y el poder” es “incestuosamente letal” y añado que “no me cabe la menor duda” de que, llegado el caso, Casimiro será “implacable” con cualquier político, como lo fui yo, al margen de su mayor o menor cercanía personal con él o ella.
“El periódico no protege a nadie por su relación con el director”, dice el editorialista. “Afirmar eso es una falsedad que daña no ya a García-Abadillo sino a toda la redacción de EL MUNDO”. He aquí la clave de por qué se me tergiversa tanto: es el viejo truco de transformar la polémica con un jefe en ataque a todos sus subordinados para buscar solidaridades en el agravio. Por eso Casimiro dijo ayer en un tuit que “para algunos”, EL MUNDO es mi “Moby Dick”. Se trataría de presentarme nada menos que como enemigo del periódico que alumbré hace un cuarto de siglo. Fantástica coartada: Pedro J. es culpable.
Pero el párrafo en donde lo que hoy publica EL MUNDO se aparta más indecentemente de la verdad –mientes, editorialista, y tú lo sabes- es aquel en el que dice: “la clave de su salida no fue política”. ¿Cómo se puede dañar tanto la credibilidad de un medio desde sus propias páginas? ¿Habrá un solo lector que se crea eso?
Reproduzco de nuevo las palabras del propio Casimiro al día siguiente de tomar posesión: “Han cesado a Pedro J. porque en los últimos tiempos nuestro periódico ha publicado informaciones muy comprometidas que han afectado a instituciones, partidos políticos, sindicatos, etc. Los poderes fácticos de este país no soportaban a un director como Pedro J. A esto se suma una situación financiera complicada del periódico”. Y parafraseo el editorial: ¿Cuándo no estaba diciendo la verdad el nuevo director, en su espontaneidad de entonces o en su cálculo de ahora?
La tergiversación adquiere tintes más infames cuando se añade: “El cese en sus responsabilidades se produjo fruto de un acuerdo amistoso con Unidad Editorial que supuso para él una sustanciosa indemnización”. De nuevo se pretende incitar contra mí sentimientos de agravio –por decirlo finamente- en base a falacias fácilmente desmontables. Basta repasar lo que dije en mis despedidas para constatar que fui destituido unilateralmente contra mi expresa voluntad y que lo “amistoso” fue el acuerdo para seguir publicando los domingos.
Y no –mientes editorialista y tú lo sabes-, lo que dio pie a esa “sustanciosa indemnización” –que, insisto, ahora mismo devolvería si me restituyeran en mi puesto- no fue ese acuerdo sino lo establecido a lo largo de un cuarto de siglo en mis sucesivos contratos como director, el último de ellos firmado en Berlín en diciembre de 2007, elevado a público ante el notario de Madrid Jesús Roa y complementado por una garantía solidaria de RCS que aseguraba al cien por cien el cobro de lo pactado.
En lo único que estoy de acuerdo con el editorial es en su penúltima línea: “Vale la pena mantener vivo el espíritu de esta maravillosa pecera”. Quien lo ha escrito parece haber descubierto de repente que desde 1989 hasta 2014 nuestra redacción fue “el reino de un solo pez”. Como Casimiro me ha excluido literalmente de ella –“Se muere, ya no tiene el agua para vivir”- ignoro si eso ha cambiado o no. Pero hasta la persona que me tenga menos simpatía dentro de la redacción sabe que en mi pecera cabían todos y que, si yo volviera a tener algo que ver con su gestión, pese a todo lo sucedido, el propio Casimiro seguiría teniendo, por sus méritos profesionales, un puesto de honor en ella.
Pedrojota entre tinieblas.  

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