Sobre la confluencia entre fuerzas progresistas para las próximas citas electorales mucho se ha hablado y escrito. Pero se ha obviado, según mi punto de vista, la inminente muerte del PSOE como fuerza política. El PSOE, partido histórico, que no existió como oposición a la dictadura, nació en el último periodo democrático como una intentona consensuada del Estado, que por un lado buscaba relevo de progreso a la efímera UCD y por el otro intentaba rebajar la fuerza del PC, ya que los dos bloques seguían existiendo en esos momentos. Los socialistas alemanes apadrinaron su rejuvenecimiento y los americanos, tan cuestionados en el periodo transicionario, seguramente hicieron por la baza felipista, que en cierto modo canalizó las voces progresistas por un lado, por el otro dotó al Estado de mecanismos sociales y por el otro enterró la esperanza de la izquierda española, al renunciar al marxismo, jugar como pivote de la monarquía y reforzar al capitalismo. Y de esos polvos estos lodos, porque el PSOE murió como tal con la caída de González, cuya fuerte imagen solo pudo ser derribada por una atroz campaña de la derecha por algunos escándalos indecentes.
Y a Felipe no le pudo seguir nadie, porque el PSOE como tal no tenía ideales, sino era un movimiento capaz de encauzar desde a la izquierda a las viejecitas franquistas por su dulcificada imagen. Por eso el PSOE se enterró y solo lo pudo resucitar ZP gracias a Aznar. Porque el odiado Aznar rearmó a la izquierda con sus políticas ultraliberales y neoconservadoras, y ZP bebió el brebaje de la victoria, advirtiendo eso sí que el PSOE estaba muerto. Porque el PSOE ya se había divorciado de las clases medias y porque el PSOE había decepcionado a todos y a todas. ZP fue astuto en advertir que solo conseguiría gobernar para los restos, cosa que hubiese ocurrido si no llega a ser torpedeado por la crisis mundial, dejando hacer a la extrema derecha mediática. Por eso no presionó a la Iglesia sobre Losantos y por eso le contó a Gabilondo que les interesaba la tensión, ya que la tensión sacaba la imagen fascista del PP, consiguiendo el PSOE engullir a los nacionalistas con políticas pueblerinas, es decir, sin un mensaje nacional, y por otro lado engullir a los votantes de partidos izquierdistas, ya que había conseguido grandes avances sociales y había dignificado a las víctimas de la Guerra Civil, causa común de la izquierda española, porque la totalidad de la izquierda española solo comparte víctimas añejas, no ideales ni banderas.
Ahora al PSOE se le ha visto la patita, con Rubalcaba lavándole la cara al anterior monarca, y está en vías de fallecer como fuerza progresistas, cosa que deberían precipitar ellos mismos como último favor al Estado. Pero se niegan como buena empresa, intentando colocar a Pedro "Ken" Sánchez, "un producto de marketing que dice vulgaridades"-Anguita dixit-, que está a su vez controlado por Susana Díaz, última capa de maquillaje de la cleptocracia y red clientelar de la ruina andaluza.
El futuro de la izquierda debiera ser la convergencia de movimientos sociales, de Podemos, de Izquierda Unida y de los activos no tóxicos del PSOE.
El futuro debiera ser un Frente Popular al que le una un programa regeneracionista y social, que por un lado limpie de mierda el cesto español y por el otro logre rescatar el estado del bienestar, con las ayudas sociales, las pensiones, la educación y la sanidad como servicios mínimos.
Podemos debiera liderar este movimiento, gracias al crédito que le da su virginidad política entre tanto caso de corrupción, y gracias a la fuerza de imagen y de mensaje de Pablo Iglesias, el líder carismático que la izquierda necesitaba. A su lado puede encontrarse Izquierda Unida, con el muy válido Alberto Garzón, que aportará los valores tradicionales republicanos, una estructura territorial en funcionamiento y un programa muy similar al de Iglesias. Pero IU no se puede presentar sola, porque por un lado tienen peajes pasados de corrupción, por el otro tienen una continua guerra civil en un seno que les dificulta el progreso, y además tienen una marca nada favorable a sus intereses. Pero deben estar porque aportan verdad, ya que el mensaje de Podemos es político o cínico, ya que Iglesias advierte que el poder en nuestro país no se puede tomar en la actualidad con la bandera republicana, sino con un movimiento trasversal en las formas, pero radical en el fondo.
Aunque la radicalidad, recomendable en cuanto a regeneración y política social, debería ser estudiada en la política económica. Porque el programa de máximos de Podemos en las europeas, ha conllevado las dudas y los pasos atrás, que han provocado un impasee en su política de comunicación, ya que el discurso se les ha hundido y las promesas iniciales deben ser estudiadas. Ahí entra la necesidad de incorporar la visión realista de los activos sanos del PSOE, y hoy en día su principal activo es José Carlos Díez. Es decir, sería recomendable que Podemos no se pusiera a caballo de economistas tan reputados como teóricos, e incorporara a un economista más practico y realista que los anteriores.
Si los fans del fenómeno Podemos han sabido entender la ambigüedad de discursos o la acertada decisión de no presentarse a las municipales, también entenderán que ahora reculen en el plano económico. Porque Díez aporta verdad, que es la verdad que prometió Podemos y ahora no está cumpliendo, porque Podemos no está diciendo la verdad. Y la verdad es que la cúpula, alertada por encuestas que le pueden subir a los cielos de la gloria, sabe que el programa económico, que se estudiará con lupa cuando se presente, es a día de hoy un lastre. Porque una cosa es que garanticen con buen ojo la paralización de los desahucios o la subida de las partidas presupuestarias en temas sociales, y otra es que jueguen con la deuda, prometan una jubilación anticipada o una renta básica que habría que estudiar con detenimiento, porque solo de las inspecciones de Hacienda no se va a financiar.
Podemos debe dar un paso atrás para dar tres adelante, y necesita a día de hoy un economista más moderado que los que han buscado. Si a Iglesias le gusta hacer política con la comunicación, las redes sociales o las elecciones, debería hacer política con la economía, y la economía que le interesa a Podemos es la que se pueda realizar, porque con un discurso realizable lograrían taponar su flanco débil, que a última hora les podría robar miles de votos del miedo.
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