Manuel Jabois ya se ha consolidado por méritos propios como una de las grandes plumas del papel actual. Destaca por su brillantez en sus artículos en El Mundo, donde lo mismo teje una crónica parlamentaria peculiar, en la que escarba en busca de un nuevo enfoque o de la letra pequeña, que hilvana una joya merengue apuntalada de citas, anécdotas y paralelismos históricos.
El gallego se zambulló sin periodo universitario en el mundo del periodismo, comenzando como cronista de pueblo, oficio que heredó de su abuelo, para saltar posteriormente como plumilla de provincias, puesto privilegiado que combinó con bloggero delicado con sus Apuntes en sucio, tras los cuales David Gistau, apadrinado por Umbral, intentó hacer lo propio con él para saltar desde El Mundo a ABC, dejándole la silla a Jabois, que dice que se sorprendió porque esperaba que la respiración de Pedrojota iba a ser similar a la de Darth Vader cuando pasaba al lado de su escritorio, pero nada.
Fue entonces cuando se vino a Madrid, una idea que arrastraba desde hace tiempo y cuya columna Irse a Madrid dio nombre a su primer libro, donde recopilaba sus mejores trabajos, entre otros el citado;
Una de las cosas más curiosas que siempre se le dice a la gente que escribe es que se vaya a Madrid. Funciona un poco a rachas. Cuando en Madrid alguien nota que hay gente que está dejando de escribir, por pereza, porque ve que la cosa no va a ninguna parte o porque se ha echado directamente al vicio de las putas, se llama siempre a unos hombres muy concretos en las provincias para que muevan a sus candidatos.
Uno de ellos debe de ser un familiar mío que siempre que me ve me dice que lo que tengo que hacer es irme a Madrid. El otro día ocurrió algo tremendo, porque me presentó a un amigo suyo anunciándole que yo escribía artículos en la prensa. Y el hombre, mientras me apretaba la mano con mucha fuerza, dijo al aire:
-Pues lo que tiene que hacer este chico es irse a Madrid.
-¡Eso es lo que le digo yo siempre! -saltó mi familiar.
A veces pienso que en Madrid no deben de tener otra cosa que hacer que esperarme a mí. Pero luego compruebo que no es tanto cosa mía, sino del pueblo en general, que piensa que escribir es una actividad propia de Madrid. Si yo me presentase a la gente como médico nadie me mandaría a ninguna parte, sino que me preguntarían qué cosas opero y a qué horas paso consulta. Las mujeres se me acercarían más, porque un hombre que trabaja en bata siempre llama mucho la atención y yo toda la vida he escrito en casa en calzoncillos, y si el artículo promete, a mitad de camino me los voy cambiando por unas bragas para cerrarlo a lo grande. Esas cosas extravagantes de los escritores a las mujeres no le gustan, por lo menos si se hacen en Pontevedra, porque en Madrid debe de ser un rasgo de maldito.
Luego escribió un ensayito desmitificando la paternidad llamado Manu, donde da rienda suelta a pinceladas de retranca e ironía de su tierra. Jabois ha llegado para quedarse, y seguramente si se quita esa cáscara de perezoso y frívolo, aunque él cultive lo segundo, se convertirá en uno de los grandes, si es que a él le importa ser uno de los grandes, con todas esas risas fingidas, esos premios comprados, esa presión dominical del papel que envolverá el lunes el pescado, esa pose de dandy con lamparones que le gustaba cultivar tanto a Umbral, con el que comparte el gusto por escupir tinta autofeladora al papel, quizás para convertirse en lo que quiere todo buen escritor; ser un ídolo del pop. Dicen.
El "muchacho" promete ser una pluma con vida propia que no un juntaletras mercenario apesebrado que es lo que abunda pornográficamente en el Cuarto Poder español a fecha actual.
ResponderEliminarGracias por situarlo en el mapa Mosca. Seguiré este año al mencionado.