No es noticia en Andalucía el hundimiento del PP, ni los buenos datos de Ciudadanos, ni la caía de Izquierda Unida, ni el enésimo fracaso de UPyD, etc. Las dos únicas noticias son que Susana Díaz ganó con mejor resultado del previsto y que Podemos esperaba mejor resultado del obtenido.
El pueblo andaluz sostuvo ayer que no quiere cambio, por lo que la cleptocracia socialista sobrepasará la barrera de los cuarenta años en el poder. Una Susana Díaz avalada por sobresalientes resultados se postula a Ferraz ante la evidente debacle otoñal de Pedro Sánchez en las generales, aunque algunos se niegan a alabar a la baronesa porque no llegó a la mayoría, o porque el PSOE ha perdido algunos votos, que no escaños. Pero es indundable que con un panorama protagonizado por el derrumbe del bipartidismo, Susana Díaz sacó matrícula. No como Podemos, que cosechó un resultado digno de un partido bisagra, demostrando que los andaluces no han confiado en las propuestas del partido de Iglesias en el sur, en parte por el microclima socialista y en parte por el radicalismo mostrado por Teresa Rodríguez, que ha tirado el agua por el tablar desde el comienzo de la campaña.
Es cierto que Podemos irrumpe con fuerza, que ha triplicado los resultados en la región de las europeas, pero también es cierto que nadie en el partido hubiera firmado los resultados de anoche y que Andalucía se postura como lastre del partido de Iglesias, que anoche remató la jugada con un hortera comunicado en Facebook en el que da por concluida su relación con Tania Sánchez. Patético.
El PSOE como decimos arrasa, mantiene 47 diputados, gana en siete de las ocho provincias, y aunque cosecha 120.000 votos menos que hace tres años, gobernará en solitario, en principio sin sobresaltos. Por lo que Susana mantendrá el dominio socialista en la comunidad, mantendrá su red clientelar y dispondrá de presupuesto para cebar a la prensa afín, trampolín con el que intentará asaltar Moncloa si a Pedro Sánchez le vienen mal dadas. El descalabro del PP estaba cantado, con un mediocre paracaidista liderando la debacle. El partido de Rajoy y Bárcenas se deja 17 diputados y pierde medio millón de votos, por lo que seguirá otra vez predicando en el desierto. Aun así se esperaba el resultado, por lo que Moreno Bonilla, quién lo diría, no está siquiera cuestionado en el partido, seguramente porque el timón del mismo lo lleva el errático dedo de Rajoy.
Podemos se consolidó como tercera fuerza con quince diputados y casi el quince por ciento del voto, resultado que aun no siendo adverso, se queda lejos de los 18 pronosticados por las encuestas del papel y los 25 esperados en el fuero interno. Aun así Iglesias es consciente que Andalucía no es el termómetro adecuado a la hora de tomar la fiebre al Estado.
Ciudadanos, tal y como se esperaba, alcanzó el cuarto puesto con nueve diputados, aprobando los andaluces la siniestra pirueta de Albert Rivera con el puntal de los socialistas en Sanlucar, mientras que Izquierda Unida menguó hasta la tercera parte sus representantes, quedándose con solo cuatro diputados y perdiendo la llave a la Junta. La última lectura sobre las andaluzas la protagoniza Rosa Díez, cada vez más victimista y paranoica, que no llegó al 2% del voto y sigue sufriendo su particular sangría, mientras que VOX se consolida como marginal con tan solo 18.000 votos.
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