Dos años sin Jesús Quintero son demasiados







Ahora que tanto se lleva eso de hablar en la televisión, en los Chester, en los Rincones de pensar, en los Salvados, es hora de reivindicar de una vez la obra catódica de Jesús Quintero, un hombre que se dejó la piel educando en el arte de la conversación. Y también de los silencios.

Paradójicamente, en estos momentos parece que en el panorama mediático no hay hueco para él. Por lo tanto Quintero, que el próximo 18 de agosto cumple 75 años, está aparentemente retirado, ya que lleva dos años sin encabezar proyecto profesional en la televisión. El final de su carrera se comenzó a fraguar hace más de ocho años, cuando presenció atónito como una TVE que presumía de plural, le censuraba una entrevista a José María García por su famoso "estallido de butano". El andaluz no se lo tomó bien, por lo cual precipitó su relación profesional con la Corporación estatal y volvió a su tierra, Canal Sur.

En la autonómica capitaneó tres temporadas de la segunda etapa de Ratones Coloraos, que poco a poco fue decayendo en audiencia, por lo cual Jesús, muy obsesivo con el share, intentó remontar el proyecto con nuevo decorado y nuevo nombre, El Gatopardo. Pero este remake tampoco funcionó y Quintero intentó lo más difícil con una estrambótica pirueta; El sol, la sal y el son, espacio de flamenco que copresentó junto a Fran Rivera. Pero este proyecto fue efímero, por lo cual la autonómica le ofreció volver al segundo canal, Canal 2 Andalucía-entonces renombrado como Canal Sur 2-, donde ya había funcionado con El Vagamundo. Pero El Loco soy yo, su penúltimo proyecto, tampoco fue demasiado bien, agravándose este hecho con el cierre del canal por culpa de la crisis, por lo cual el espacio fue cancelado.

Canal Sur para compensarle, le ofreció una serie de especiales, que Quintero cubrió con homenajes sobre Lola Flores, Carlos Cano o Miguel de Molina, en los que tiró de archivo. También entrevistó ex profeso a Antonio Gala, en una conversación que sonó a despedida, algo así como los Epílogos que el Plus emite de ciento a viento. Desde que se acabó el contrato de los especiales, Canal Sur dejó escapar incomprensiblemente al comunicador, por lo cual éste desde entonces se ha intentado refugiar en algunos campos experimentales.

El primero fue un programa, el último por ahora, para DirecTV, plataforma de pago que emite en varios países sudamericanos. Y el último proyecto, por lo menos hasta el momento, fue una efímera gira de entrevistas en teatros por algunas ciudades del sur. Pero la cosa tampoco daba para más, por lo cual y desde que dejó su último refugio, Quintero se centró en gestionar su teatro sevillano. Pero tampoco a día de hoy continúa con la labor, ya que tras un lustro de irregulares resultados económicos, las empresas Sacromonte Films y Sala Cero se encargan de la gestión del teatro, tras un acuerdo cerrado el pasado marzo.

Poco o nada hemos sabido de Quintero en estos dos últimos años; alguna cornada de su guionista de cabecera, Javier Salvago, que le intentó desenmascarar definiéndolo como un frívolo que interpreta un personaje-leer reseña del libro-. Alguna declaración suya que fue tomada como un insulto por los onubenses. Y unas fotografías playeras con su nueva pareja en una revista del cuore, hecho que le molestaría, porque es vox pópuli que Jesús es muy celoso de su vida privada.

Por haber llegado aquí, hecho muy meritorio teniendo en cuenta del compulsivo fast food de la red, les entrego dos regalos. El primero es un artículo XXL que escribí hace dos años sobre la carrera de Quintero-leer artículo-. Y el segundo es uno de sus monólogos más emblemáticos, uno de esos que le dieron fama en los ya lejanos ochenta:
Desde que te marchaste, la ciudad parece otra.
Como una sombra de mí mismo, vago solo por calles llenas de gente.
Llego a mi casa y me encuentro con tu recuerdo por todas partes.
Una toalla me devuelve una imagen tuya, recién salida de la ducha con el pelo mojado.
Una taza me recuerda tus suaves y amorosas manos.
Mi cama me recuerda tu cuerpo, moreno y desnudo, cálido como una promesa de amor cumplida.
Huelo mis camisas para ver si alguna conserva tu olor y escucho el eco de tu risa persiguiéndome por los pasillos.
Sin ti, nada es igual.
Las horas pasan lentas, como si el tiempo tampoco tuviera donde ir, como si al tiempo tampoco le esperara nadie.
El humo de mi cigarrillo intenta dibujar tu rostro y mis manos se duermen aburridas en mis bolsillos porque no tienen con quien jugar.
Sin ti, el único consuelo que me queda es subir cada noche a esta colina para buscarte, para pedirte que vuelvas.







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