La historia arranca en la primavera de 2005, cuando Arianna Huffington, popular por otros proyectos digitales previos lanza un periódico online junto a Kenneth Lerer y Jonah Peretti, convirtiéndose The Huffington Post desde sus inicios en uno de los medios más influyentes de Norteamérica. Tras varios años marcando agenda política a nivel nacional, el proyecto lanza exitosas versiones locales en Los Ángeles, Nueva York, Chicago o Denver. Años después, a lo largo de 2011, Arianna intenta desembarcar en Europa.
Las primeras noticias de su llegada fueron en mayo de 2011, cuando por sorpresa se incorporó al consejo de administración que tutela Cebrián "para potenciar la transformación digital de El País y aumentar el peso internacional de nuestro periódico". Tras dejarse ver por el elitista Jockey, en octubre de ese mismo año se fotografía con Felipe González en la mansión de Cebrián. Ahí se barruntaba algo y algo pasó; en diciembre de ese mismo año Prisa confirma que prepara la versión española del The Huffington Post para el primer trimestre de 2012.
Ya en 2012, año en el que un reportaje de la versión americana se lleva el primer Pulitzer, Arianna desembarca en el viejo continente con ediciones en España, lanzada finalmente el 7 de junio, en Gran Bretaña, Francia e Italia, que llegaron en septiembre, y en Alemania, que estrenó edición en octubre. Por lo tanto la versión española del periódico, El Huffington Post, cumplió hace unos días su tercer aniversario en la piel de toro. El aniversario lo cumplieron no celebrando nada, quizás porque no hay nada que celebrar. Y es que la versión española no ha aportado nada al panorama online patrio; la expectación inicial se quedó en nada. Aquí repasamos diez de las razones por las cuales El Huffington Post no ha cuajado en España:
1- Una directora por encargo
La primera decisión extraña fue la elección de la directora de la versión española; Montserrat Domínguez. La decisión de Prisa pareció lo que fue; una solución improvisada para darle una salida airosa a una periodista que acababa de salir de la Cadena SER por la puerta de atrás. No cabe duda que la periodista catalana se hizo un hueco en televisión, especialmente en su etapa de Telecinco, y hasta en la radio, pero su experiencia en prensa diaria, tanto en digital como en papel, era inexistente y se nota.
2- No pagar a los colaboradores
Otra de las primeras decisiones del nuevo proyecto levantó una gran polvareda. Y es que extrañó que Prisa, "adalid de la libertad y defensora de los derechos laborales", decidiera no remunerar a los blogueros que escribían en su nuevo medio. Así se excusaba su directora en Jot Down: "Lo que es nuevo es que a los blogs y los blogueros, que no vienen necesariamente del mundo del periodismo, en el Huffington se les da hueco y voz. Eso hemos hecho y estoy orgullosa. Y no es periodismo, es comunicación. No tiene nada que ver con el periodismo, un trabajo que hacemos nosotros. Las columnas de los blogueros, ya sea un estudiante que escribe de lo que le apasiona, o un científico que se ha tenido que exiliar, o un escritor que acaba de publicar su primer libro, no son periodismo, son espacios de opinión. No entiendo esa agresividad de los periodistas que se sentían amenazados por que estas personas que no son periodistas sean capaces de escribir bien, cosas interesantes y que se publiquen. No entiendo esa actitud". El que no entendió su actitud fue Javier Pérez de Albéniz, que alumbró uno de sus artículos más brillantes de su carrera.
3- Falta de firmas de peso
El único fichaje de peso en el periódico ha sido en estos tres años Esther Palomera, que aterrizó en El Huffington tras su polémica salida de La Razón. La periodista es gran conocedora de las entrañas políticas y tiene una firma con peso específico, pero aun así ella sola es incapaz de hacer atractivo un medio tan homogéneo y discreto como el diario que dirige Montserrat Domínguez.
4- Falta de ambición
Veinte personas, entre redactores y colaboradores, integran la plantilla de El Huffpost, número escaso para la apuesta tan ambiciosa que se barruntaba. Pero no es solo por esta razón por la que el diario es irrelevante en el panorama mediático, ya que hay medios impetuosos con plantillas incluso inferiores con un vigor que demuestran a diario.
5- Falta de investigación
Ni exclusivas de peso, ni grandes reportajes, ni entrevistas selectas, ni especialidad en ningún nicho. El Huffington brilla por su vulgaridad, y eso a la larga lo condena a muerte.
6- Ideología difusa
Extraña la ideología difusa de un medio de estas características, ya que en nuestro país hay dos tipos de medios; los transversales, que buscan el estúpido contenido viral; y los ideológicos, con una aguerrida vena política. Pero ni siquiera han buscado este segundo modelo, ya que El Diario, Infolibre, Público o Zoom News les pasan por la izquierda.
7- Complicaciones hispanas
Parece ridículo que el impronunciable nombre del periódico dificulte su expansión, pero los expertos en marketing nunca hubieran aconsejado a Prisa lanzar un proyecto como semejante título. También Prisa Noticias ha errado a la hora de adaptar el modelo americano, ya que en la versión original destacan los blogs de peso y la participación social para generar tráfico. Pero aquí han decidido buscar un periodismo elitista e insípido.
8- Falta de sinergias
Prisa, experto en beneficiarse de las sinergias entre sus televisiones, radios y periódicos, parece que ha "dejado tirado" a El Huffington, el penúltimo capricho de Cebrián. Y es que el nuevo proyecto adolece de apoyos de medios como la Cadena SER o AS.
9- Y de El País
El País, gigante digital en nuestro país, mira para otro lado con este proyecto, comportándose más como un rival que como un aliado. De hecho el periódico que dirige Caño ha lanzado Verne, un proyecto que pudiera parecerse a lo que parecía que iba a ser El Huffington, huérfano del empujón del diario más leído de nuestro país.
10- Una estética ridícula
No es que La Mosca Mediática pueda dar muchas lecciones estéticas-el logo es lo único que se salva, se nota que no lo he diseñado yo-. Pero el grafismo de El Huffington, que aspiraba a ser un medio de masas, es ridículo, algo parecido a lo que era un chico de primero de informática.
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