Es como mínimo interesante el ensayo que ha publicado Luis Santos sobre La prensa que se vendió, libro que analiza la prensa de Transición destapando decenas de papeles exclusivos sobre la relación entre los Gobiernos de UCD y los editores.
Entre las notas manuscritas o mecanografiadas, esas que nunca ven la luz, podemos ver como Godó o Asensio ofrecen sus medios al Gobierno a cambio de subvenciones, como Martín Prieto, subdirector por aquel entonces de El País, le promete "mejores editoriales" al Gobierno tras reunirse con Cebrián, como el Rey presiona contra Gara, como Anson se queja ante la UCD por una entrevista de Europa Press a un diputado del PCE o como ABC de Sevilla protagoniza un enfervorecido apoyo a los golpistas del 23-F.
En definitiva, esta obra imparte justicia y evidencia que la supuesta prensa libre de la Transición fue en realidad una mafia al servicio del Gobierno, que repartía a discreción el famoso fondo de reptiles. En La prensa que se vendió los principales editores y periodistas quedan retratados tras esta filtración tardía.
La pena de este ensayo es que su autor, Luis Santos, hunde con su pobre literatura y fallos de estilo una obra que bien aprovechada hubiese supuesto un terremoto. Porque en La Prensa que se vendió no es capaz de ofrecernos un retrato coherente, sino una colección deshilvanada de interesantes documentos mal acompañados por el texto, lastrados por un interés del autor de iniciar una obscena cacería fuera de lugar contra Esperanza Aguirre por su tío, secretario de Estado de Comunicación con UCD.
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