Sobre lo de París

Occidente despertó hoy conmocionado por el terremoto criminal acontecido anoche en París. Ya saben, más de 120 resultaron asesinadas en una cadena de atentados que dejó además alrededor de 300 heridos.

Si nos alejásemos durante un segundo de nuestra mentalidad aburguesada, comprobaríamos que crímenes como el de ayer suceden todos los días. Pero claro, nosotros, instalados en el confort español en el que solo somos capaces de mirarnos el ombligo, no vemos las matanzas salvajes que se producen a diario por un motivo aparente, la religión, y otro real; el poder, es decir, el dinero.

El titular de hoy del diario Kaos en la red resume a la perfección la realidad: "El pueblo francés sufre en carne propia la barbarie de una guerra y el terrorismo que su gobierno impulsa y financia en otros países".

El salvaje terrorismo yihadista, interpretación asesina e integrista de una religión que no respeta derechos civiles ni sociales, es tan malo como que ejércitos amparados en constituciones democráticas bombardeen pueblos inocentes, a los que supuestamente van a democratizar cuando en realidad quieren colonizar.

Pero claro, nosotros nos asustamos cuando vemos tan cerca la realidad que sufren a diario millones de personas. Francia está aquí al lado y está en el primer mundo, todos nos vemos aterrados en el campo de fútbol o en la discoteca, pero lo que sucede en el tercer mundo, donde se concatenan matanzas como la de ayer a diario, no es carne de titular de periódicos y especiales televisivos, sino de pequeñas crónicas dentro de la sección internacional de un diario o noticiero.

Todo hay que relativizarlo y contextualizarlo, pero la prensa dominante por desgracia, quiere vender una guerra entre buenos y malos para que la mayoría de la sociedad, ignorante de la situación internacional, castigue a "los malos" por decreto. Esto no debiera ser así, porque sí así sucede, ocurren situaciones como las de Irak, donde Estados Unidos y países como España apoyan matanzas. Y en Irak no cayeron centenares de inocentes, sino cientos de miles de inocentes con excusas como unas armas de destrucción masiva que los países agresores han reconocido una década después que nunca existieron.