Gran Hermano cerró el pasado jueves su decimoséptima edición con los peores resultados de su historia tras perder más de 650.000 espectadores y 3,5 puntos respecto al año pasado. La finalísima cayó 5,3 puntos de share en tan solo un año y el programa ha sido superado en prime-time por dos productos aparentemente inofensivos: Águila Roja y Pesadilla en la cocina.
El primero y más importante de los motivos de su hundimiento ha sido la errática selección del casting, que ha sido hasta el momento un arma indispensable para entender la longevidad del reality-show. El segundo tiene que ver con la evidente falta de apoyo de Mediaset al formato, ya que desde el grupo no han emprendido las sinergias de antaño y los minutos del concurso en El programa de Ana Rosa, Sálvame o en el Deluxe se pueden contar con los dedos de una mano.
El tercer motivo es la dinámica negativa del entretenimiento de la casa en este otoño: Gran Hermano y La Voz han batido su récord negativo, el Deluxe se ha hundido los viernes y Mujeres y hombres y viceversa podría incluso ser cancelado en caso de no remontar. Y el cuarto motivo, el más comentado, es el drástico cambio de presentador: de la querida Mercedes Milá, identificada y querida por la mayoría de los seguidores del concurso, a Jorge Javier Vázquez, etiquetado por formatos con un público más mayor.
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