El silencioso terremoto digital que se está percibiendo internamente en los últimos tiempos podría terminar con un sonoro estallido de la burbuja "puntcom" diecisiete años después del Caso Terra. Es evidente que la tarta publicitaria que se ha consolidado en los tres últimos lustros es cada día más menguante por dos razones: los grandes anunciantes todavía no confían en la red por los numerosos casos de corrupción vía robots y cada día es más barato abrir un periódico digital, por lo cual han nacido decenas de ellos en los últimos tiempos.
La precariedad que se huele en el periodismo digital pese al exceso de oferta no ha sido capaz de cubrir los miles de puestos destruidos tras el cierre de centenares de medios de comunicación. Alfonso Rojo en una reciente entrevista barruntaba el colapso del periodismo tal y como lo conocíamos y daba varias claves de su caída: hay exceso de información, por lo cual las piezas periodísticas y la información ha perdido valor; la gente no compra periódicos, por lo cual la financiación mediática del futuro está todavía en pañales; y los editores ya no son guardabarreras de lo que se publica por lo cual se acabó el pasado en el que "podíamos hasta chantajear a los poderosos para conseguir pasta".
Los generalistas
Este terremoto se está sintiendo en algunos proyectos periodísticos "de la primera generación": La Información podría cerrar su venta al Grupo Henneo (Heraldo de Aragón) tras arrojar pérdidas de más de veinte millones de euros. Recuerden que este proyecto llegó a un acuerdo con Es Diario y Periodista Digital para comercializar publicidad al alimón, aunque Alfonso Rojo se bajó del barco nada más partir.
También se han producido relevos entre los periodistas de la Transición: Fernando Jáuregui abandonó hace unos meses la dirección de Diario Crítico y Enric Sopena acaba de dejar el timón de El Plural. Hoy todo son acuerdos con terceros para inflar el tráfico, estrategia seguida por un Pedro J. Ramírez en El Español que intenta paliar a golpe de chequera su falta de influencia en Zarzuela y Moncloa, drama para un periodista que ha marcado en parte la agenda española durante casi cuatro décadas.
Entre los nuevos también es sorprendente que medios como El Español pierdan casi un millón de usuarios únicos de un mes a otro, el tráfico guadianesco de OK Diario, que ni con las exclusivas sobre Juan Carlos I alcanza el top ten de comScore pese a su extraño tráfico móvil, comprado al por mayor según la revista Mongolia. Infolibre acumula cuatro ejercicios en pérdidas y tras ampliación de capital y préstamo participativo intenta acercarse sin suerte a su socio e inspirador francés, Mediapart, que ha superado los 130.000 socios en el país vecino mientras en nuestro país medios como El Independiente lo intentan con los muros de pago, que tienen una lectura complicada: The Sun (que perdió más del 60% del tráfico tras su implantación), y otra atractiva, en Estados Unidos están funcionando algunos por menos de dos dólares al mes. Vocento con El Correo, Diario Vasco o Diario Montañés intenta exprimir la falta de competencia en el periodismo regional, pero todavía es pronto para saber si estas aventuras cristalizarán en nuestro país como sustituto a la publicidad convencional, amenazada por los addblockers.
El campo audiovisual
¿Y en el campo audiovisual? Movistar, HBO, Netflix, Atresmedia (Flooxer) o Mediaset (mtmad) saben que la televisión tal y como la conocemos lo tendrá complicado y que los contenidos exclusivos a la carta competirán a medio plazo con los modelos televisivos existentes, algunos con mayor vida pronosticada como el de una Telecinco que es consciente que cuenta con miles de fieles a sus particulares shows en directo. En la radio el podcast se asienta, aunque el CEO de Ivoox reconocía en una reciente entrevista que todavía las agencias de medios no creen en este género y algunos locutores confían sin poder vivir de ello en el crodwfunding hasta que las marcas se comiencen a fijar en los pequeños botes radiofónicos.
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