En diciembre del 19 las Juventudes Socialistas de España oficializan su divorcio con el PSOE por el interesado aplazamiento de las huestes de Pablo Iglesias Posse a la entrada de la formación marxista en el Komintern. La ambigua posición socialista sobre la revolución rusa y la I Guerra Mundial, acontecimiento bélico que hizo millonarios a Indalecio Prieto y a la burguesía bilbaína, acabó con la ruptura definitiva del movimiento obrero español. En 1921 nació definitivamente el Partido Comunista de España, que al igual que los anarquistas fue perseguido por la dictadura de Primo de Rivera, en la que cooperó el PSOE de Largo y Besteiro. Las cinco ramas de la izquierda ibérica; socialistas, anarquistas, comunistas, nacionalistas y republicanos más o menos burgueses; se unirían de forma más o menos homogénea tras el esperado advenimiento de la II República, y en especial tras el golpe de Estado del 18 de julio del 36. En los años previos al fallido cuartelazo y a la sangrienta contienda, cada rama izquierdista había tejido sus propios órganos propagandísticos de papel, del pasquín de partido (El Socialista, El Liberal o Mundo Obrero) a los periódicos de la mediana burguesía republicana, el decaído El Sol, en el periodo tricolor ya sin Urgoiti ni Ortega, al Ahora o Heraldo de Madrid, en los que trabajó Manuel Chaves Nogales, célebre por una deliciosa biografía de Belmonte y no reivindicado desde la trinchera durante décadas por aquellos desprecios a los comunistas y por los famosos lametones al finalmente traidor Miaja en las crónicas mejicanas de la defensa de Madrid, horriblemente prologadas por Muñoz Molina en una muy recomendable edición de 2011.
Aquellas descoordinaciones y grietas, cada uno con sus intereses mientras acumulaban armas y víveres sin cesar la sospecha sobre el compañero de bando, provocó la derrota republicana pese al empeño del PCE, partido que cobró fuerza durante la Guerra por su brillante organización y por el acceso a la financiación exterior soviética. Los comunistas consolidarían su liderazgo en la izquierda en el exilio al ser los únicos que opositaban al Régimen en el exterior e interior, mientras las otras fuerzas republicanas se dedicaban al partido de homenaje y al libro de memorias en el eterno verano azteca. El comunismo soviético, sabedor de la importancia de la propaganda, financió con paciencia "La Pirenaica", que emitía boletines radiofónicos primero desde Moscú y más adelante desde Bucarest, entre el 41 y el 77. También al eterno Mundo Obrero, más empeñado en el navajeo interno. El PCE se reorganizaba en el exterior con "La Pasionaria" o Carrillo. Los errores políticos del asturiano están descritos con minuciosidad 'Miseria y Grandeza del PCE' de Morán y sus crímenes se pueden leer en 'El Zorro Rojo' de Preston. Y también el Partido se organizaba en el interior: de la caótica guerrilla de los 40 a la universidad en los 50, consolidándose en el ámbito sindical en los 60 y reinando absolutamente en el campo cultural en los primeros 70. Algunas redacciones de periódicos franquistas eran "nidos de rojos", decían que tolerados por Emilio Romero, "El gallo del franquismo". Pero la voladura controlada del Régimen, ni revolución ni prácticamente reforma, zambulló al PCE español en un erial mediático ante las primeras elecciones, a las que iba lastrado por cuarenta años de demonización mientras Carrillo se cegaba con los flashes internacionales. El propio Santiago reconocería tras la debacle del 82 que solo con Mundo Obrero no bastaba. Aquella escuálida arma, editada a diario entre el 78 y el 80 tras una campaña de simpatizantes en la que recaudaron 100 millones de pesetas, no fue suficiente. Por eso Carrillo anunció días antes de dimitir que el PCE tenía que aspirar a obtener licencias de radio, táctica que quedó como papel mojado tras la llegada de Gerardo Iglesias.
Iglesias tejió con sosiego a varias fuerzas dispersas para reforzar el PCE, disfrazar sus siglas ante la inminente caída del muro y aprovechar la fuerza de ciertas élites culturales ante la entrada de España en la OTAN. Gerardo, que había llegado avalado por los resultados asturianos, se agotó y le relevó Anguita, elevado a los altares por sus triunfos cordobeses. Éste se creyó el "sorpasso", teoría con la que realizó una pinza con Aznar luego excusada por los fundadores de Podemos. Aquella pinza le posibilitó simpatías entre ciertos carcas antifelipistas que no tardarían en pasarse con armas y bagajes a Génova. Todo ello apadrinado por Pedro J. Ramírez, que posibilitó la recordada cena del verano del 94 entre el líder conservador y el comunista. El plumilla estrella del riojano, Umbral, no se cortaba en las municipales del 95: "El domingo me pondré la camisa limpia, el traje nuevo, la bufanda roja y me iré, temprano, a votar. El domingo, este domingo, me lavaré mejor los dientes, me afeitaré de cuchilla, que apura más, y me iré, con mis zapatos crujientes, a votar. (…) El domingo, este domingo, voy a madrugar como un hortelano, voy a ponerme la pana limpia, el vaquero de vestir, y voy a caminar despacio, meditativo, por mi pueblo, hasta la urna. En la cabeza llevo mi voto y lo pasaré a la papeleta. El voto de la resignación, el voto de la participación, el voto de la emoción, el voto útil e inútil de la verdad y la violencia de alma, para quedar en paz conmigo mismo y tomarme luego un tinto, el tinto sobrio y duro del deber cumplido y el domingo santificado. El voto de Izquierda Unida".
Aquella palabrería se la llevó el viento y Anguita por suerte dejó IU, artefacto que nunca dejó de ser o borrega muleta del PSOE o traidora pinza con el PP. Carlos Taibo había desvelado en 'Izquierda Unida y sus mundos' que la coalición era una simple maraña de intereses entre familias, mientras los "guiñoles" del Plus se mofaban del ridiculizado y quijotesco Anguita. Al "Califa Rojo" le relevó el sector duro del PCE mientras Don Santiago se hacía de oro en las tertulias de la SER. Frutos amagó con lista conjunta con Almunia, pero tras desecharla IU volvió a caer y llegó Llamazares, que fue incapaz de madurar un discurso creíble para la mayoría: el asturiano se movió entre la pesadumbre de conciencia por haber posibilitado en el pasado un Gobierno del PP en Asturias, pasando por la apuesta por la paz en Euskadi, el mimo al siniestro Madrazo en Euskadi o al frikismo tras pedir guiñol propio. Tras dos tortazos electores, Llamazares cedió su asiento pero sobrevivió en política: primero en 2011 con apoyo del zapaterismo cultural y en 2015 en su regreso a la patria querida. Ahora amaga con Actúa, ante la beligerancia de Alberto Garzón, que dice de él que juega en la misma escuela que Errejón: la del populismo de izquierdas. Pero Gaspar no se cansa, quizás consciente de que puede quedar un hueco libre en la izquierda republicana madrileña, eso sí, con Baltasar Garzón de la mano y pidiendo que haya pacto para echar a Rajoy con, oh, Rivera.
Le relevó Cayo Lara, que traía una medalla manchega por haber soportado extraparlamentariamente los rebuznos de Bono y las ofertas de "El Pocero". Lara, al igual que Rubalcaba, intentaron seguir, pero caerían al alimón junto a la corona tras el nacimiento de Podemos, que en un principio había ofertado sumar fuerzas si había listas abiertas y no pactos familiares. IU se negó cual UPyD con Ciudadanos y casi desaparece, mientras toda España veía con atracción la nueva formación morada que llevaba cocinándose cuatro años. Ese periodo (2010-2014) fue clave en la izquierda comunista madrileña, eternamente adormecida mediáticamente mientras la vasca o la catalana tenían treinta y cinco años de legado periodístico (Ardi Beltza, Egin, Gara, Berria, El Punt o Avui). Esta orfandad mediática se evidenció en el 15-M (2011), cuya cobertura la realizó la siempre reaccionaria Intereconomía TV. Antes de llenarse las plazas Izquierda Unida había disfrutado de sus primeros mimos en papel, Público, proyecto que estuvo a punto de ser rescatado para su alegría por el chavismo, finalmente cercano con la única rama que lo tenía claro: Iglesias, asesor político de IU desde 2011 y mediático de la Alternativa gallega de Beirás en 2012. Al lado de aquel joven profesor y sobresaliente orador se encontraban personajes brillantes como Monedero o Errejón. Esta cuadrilla llevaba cocinando a fuego lento 'La Tuerka' en diversas y precarias emisoras madrileñas desde 2010, trampolín desde el que Iglesias saltaría rompiendo bocas y audímetros en Intereconomía TV, 13 TV, Cuatro, Telecinco y en especial La Sexta. En plena caída del Régimen del 78, 'Las Mañanas de Cuatro' y 'Al rojo vivo' se convirtieron en herramientas indispensables para que el indignado Podemos rozase el 30% en intención de voto. Arriola, asesor aúlico del PP, pretendía hacer crecer a la fuerza morada para romper el voto de la izquierda, otra vez o comunista o socialista, y perpetuar a su jefe, Rajoy. Ambos necesitaban a Casals, siempre dispuesto a cobrarse los favores cual Ansón para fama de Ferreras y fortuna de los Lara.
Y Podemos ganó las principales ciudades en las municipales de 2015. El problema es que se barruntaban generales y el miedo se había instalado en el Ibex: para derribar lo que habían alumbrado estaban los serviles intelectuales de El País, periódico que llegó a señalar que Rivera iba a superar los 100 escaños y pasquín que se cebó de forma inmisericorde con la formación morada. Rebajado el efecto Podemos, resurgió Pedro Sánchez, ya sin las corazas de antaño, y ahora ambos, Iglesias y Sánchez, tejen un pacto aplaudido por la izquierda digital, El Diario e Infolibre, con sobrevalorado impacto. Porque como dice Gregorio Morán, el poder sigue estando en el papel. Eso nos deja mal a los profetas, que seguimos idéntico camino a los que pronosticaron la muerte de teatro por el cine y a la de la radio por la televisión. Pero Izquierda Unida sobrevivió, tras tirar por la ventana la sórdida federación madrileña, tras haber admitido errores (fueron parte del Sistema y sus familias lo habían cobrado), tras haber matado al padre (Carrillo) y tras haber cedido los "Cayos y Centellas" al liderazgo de Garzón, que salvó los muebles en 2015 antes de que Pablo firmase el armisticio. Iglesias les había llamado "pitufos gruñones", "cenizos" y los había caricaturizado como folclore izquierdista de bandera roja para simpatía y comodidad de la derecha. Pero Iglesias en 2016 colocó IU en su ramillete de familias, la mayoría nacionalismos que todavía no están a punto de forzar ruptura (Galicia, Valencia y Baleares), pero el 26-J Unidos Podemos se mantuvo cariacontencido como tercero y sin un millón de votos, pronóstico que habían anunciado Errejón, consolado tras perder el pulso con optar a la Comunidad de Madrid, y Llamazares, que pretende eternizarse de la mano del juez estrella y estrellado. No sabemos cual es el futuro de la izquierda española, pero claro está que Unidos Podemos no puede ser dependiente de Planeta, que el PCE debe entender que con Mundo Obrero y Mundo Obrero Radio no basta, y que el principal problema de la izquierda española son sus partidos, desde los años veinte dispuestos a la ruptura. Haro-Tegclen decía considerarse simplemente "rojo", sin matices. Y lo hacía porque vivió en el Madrid del 39 y vio que las persecuciones y los desprecios se daban por igual: a los socialistas, a los anarquistas y a los comunistas. Todos ellos siguen todavía sin darse cuenta de que la unión hace la fuerza. ¡Qué cursi! Pero también qué real.
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