El GAL mediático de Interior se abstuvo en este caso de ejecutar sus operaciones a través de lo peor de la prensa madrileña (con excepción de dos breves intentonas sufridas por Marta Rovira y Pep Guardiola), y el bloque monárquico cayó derrotado con estrépito en las elecciones catalanas que se celebraron ayer. La campaña mantuvo una tónica polarizada: las teles, radios y el papel madrileño dispensaron confortables masajes al infecto trío Arrimadas-Iceta-Albiol y la Generalitat manipuló a su antojo TV3 mientras intentaba recambiar a los madrileñalizados Godó y Zeta por su ejército de apesebrados digitales. ¿Resultado? Ambiente fúnebre en Casa Ferreras, que se empeñaba en presentar a Arrimadas como la triunfadora de la noche, y fiesta en TV3.
El bloque independentista ganó en votos y escaños, por mucho que algunos quieran presentar a Podemos como constitucionalista después de haberlo criminalizado. Con alrededor del 48% de los votos (porcentaje que llevan sumando desde el 99), Puigdemont dio la sorpresa de la noche pese a la huida, al previsible desgaste del poder y a su corrupto partido. Junqueras no fue advertido como mártir y no logró el sorpasso soñado, pero al menos ERC ve con satisfacción como su bloque seguirá regentando la mayoría junto a una decaída CUP, que al menos retiene la llave. Junts per Catalunya liderará este tripartito porque el pueblo así lo ha querido tras sufrir las agresiones policiales, el eructo del Borbón, el encarcelamiento de políticos y activistas sociales, la filtración de dossieres falsos, la sorayesca Operación Catalunya y el artículo 155 que retrató una vez más a los socialistas.
En el bloque monárquico Arrimadas gana en votos, algo que hizo Maragall dos veces, pero logra un sobresaliente resultado con un triunfo moral e histórico en diputados. Amarga victoria naranja que recuerda a la de Arenas en Andalucía. El PSC del bailón logró su peor segundo dato histórico, aunque en esta ocasión la decepción por lo pronosticado en las encuestas se vio en la cara de Iceta. Albiol por su parte comprobó que el PP es un partido marginal por estas tierras y anoche hizo el ridículo porque Catalunya "lo limpió".
Los comunes por su parte pagaron la indefinición, pero al menos no tendrán que pasar unas amargas Navidades porque uno de los dos bloques ha logrado una mayoría. Esta situación no les compromete a corto plazo e Iglesias al menos sabe que los votos catalanes volverán para él en las próximas municipales y generales. Pero también es cierto que el hipotético tripartito progresista formado por ERC-Catalunya en Común-CUP apadrinado por Roures se ha quedado lejos de siquiera contemplarse.
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