Chicote en A Cañada Irreal





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Alberto Chicote se zambulló anoche en A Cañada, sidrería de Lavapiés con 125 años de historia. En las paredes de este emblemático establecimiento aparecían colgadas infinitos recortes de prensa con sus premiados platos: el cachopo, la fabada o el pulpo a feira, bien acompañados los tres por una fotografía firmada de ese genio renacentista llamado David Bustamante. Estos éxitos contrastaban con las lágrimas de su dueña, Nati, que protestaba por unas deudas que se iban acumulando.

La razón de la decaída de su negocio la atribuía a la relajación provocada por los triunfos, situación similar a la que ha provocado prematuramente Zidane en el Real Madrid. "Menos el Nobel han ganado de todo", resoplaba Chicote, atónito ante el resultado de los platos que pidió: las anchoas "blandas y ultrasaladas", el chorizo a la sidra "parece vomitado por un perro", los callos y la fabada "de bote" y el cachopo "crudo". Luego llegó la performance clásica: Chicote agarró puñados de porquería que esparció cual blandiblú ante las miradas pasivas de los cocineros.

Y el chef contraatacó tras enterarse que los platos premiados eran de lata, que Nati no era centenaria, sino que no había cumplido ni siquiera un año al frente del negocio, y que los premios se los entregaron a otro restaurante de la propietaria con su ex socio, que ayer haría palmas después de ver que la gerente del negocio decía que no valía entre lágrimas.

Chicote intentó concienciar al equipo que había que mejorar la comida, pero una piedra en el pulpo de una comensal pudo provocar la tragedia. Por suerte no llegó, Nati y compañía se pusieron las pilas y el presentador de 'Pesadilla en la cocina' acabó el último servicio con una felicidad por la cual afirmó que sigue presentando un programa que ayer volvió a sobrepasar las dos cifras pese a supervivientes y catedrales.






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