Debates, desencantos y el invisible bloque monárquico





Mariano Rajoy se arrepintió de no debatir en 2004 y Susana Díaz lo hizo en 2018. Pedro Sánchez puede hacerlo en 2019 tras encontrarse su primer gran charco en una campaña electoral que le iba viento en popa, 30% según varias encuestas, y que está manchando Iván Redondo.

Atresmedia iba a organizar un debate el martes 23, la Junta Electoral Central lo capó al echar a Vox, y el PSOE quiso apagar el fuego interno en RTVE tras la hipocresía del presidente del Gobierno. Rosa María Mateo ha rematado su crédito al mover el especial 24 horas sin consultar a tres de las cuatro principales fuerzas con la intención de eliminar el debate de su competidor por orden de La Moncloa.

No es la primera vez que el PSOE, viéndose ganador de unas elecciones, se enfanga en las negociaciones con la intención de no debatir: en 1982 Felipe González exigió de moderador a José Luis Balbín tres años antes de cargárselo. Ahora, repiten táctica.

El debate de debates

El desgaste demoscópico de Ciudadanos por el giro verbal conservador de Rivera, la incapacidad de Unidas Podemos para conquistar el voto femenino y la calculada polarización PSOE-Vox, que ya les costó a los socialistas la Junta de Andalucía, han sido las tres armas favoritas para Pedro Sánchez.

El plagiador, pese a su incapacidad intelectual, se ha ido ganando crédito en algunos sectores por su "no es no" a la investidura de Rajoy en 2016 con el discurso prestado de Podemos y por su "no es no" al independentismo catalán en 2019.

Guerra sucia y otras vicisitudes

Toca hacer un remake de 'El desencanto', en este caso con los aires del 15-M interpretando a los Panero. Las élites se han sacado en cuatro años dos armas vomitivas con las que han compensado la fuerte erosión de una organización criminal, el PP.

Primero llegó Rivera, pasado socialdemócrata y neocon (Operación Libertas), que renació con la promesa de regeneración con Adolfo Suárez como modelo y una bandera europea, moderna y liberal. Pero Cs hizo su agosto con la rojigualda, enésima muestra de oportunismo.

Ciudadanos, experto en pucherazos sin factura mediática, no es otra cosa que Lerroux: don Alejandro llegó cargando contra la Iglesia para hacerse el moderno, Cs lo hizo contra el bipartidismo al que apuntaló en sus bastiones más corruptos (Madrid y Sevilla). Lerroux se cambió de chaqueta, sacó su vena anticatalanista y se olvidó del republicanismo al sumarse a la CEDA con el negocio del Straperlo cubriendo su falta de escrúpulos. Seguiremos atentos al desarrollo del paralelismo.

Vox, degeneración patriotera del capitalismo, es el dique de contención de una segunda Transición: Abascal carece de discurso social; abraza el neoliberalismo; vive electoralmente del revanchismo del "¡a por ellos!" contra Catalunya; tira de victimismo con las teles tras pactar de forma hipócrita con algunas de ellas (tras la OPA de tertulianos de 'El gato al agua'); y busca falsos culpables (musulmanes, gais y maltratadas) al no atreverse a reconocer que lo que jodió España fue el PP, socio andaluz y pagador de la gran vida laboral que se está pegando el iraní Abascal, nulidad dialéctica cuyo gran trabajo es ver por televisión el nuevo Proceso de Burgos a los presos políticos catalanes de Españazuela.

Casado, armado con una incontinencia verbal digna de estudio y con grandes amistades entre los capos mediáticos, restaura en público a la cleptocracia (aznarismo y aguirrismo), apuesta por el capitalismo de amiguetes y ve con desespero como el Ibex-35 y JP Morgan prefieren al dúo Rivera-Sánchez. Aun así, previsiblemente, será presidente gracias a Vox, que podría ser tercera fuerza tras llenar todos sus actos.

Pablo Iglesias, carbonizado tras una sobreexposición mediática, abrasado por su soberbia escasamente democrática en el funcionamiento interno de Podemos, y socarrado por una infame guerra sucia del clan Villarejo que recuerda a la Operación Gladio que sufrió el PCI, no se ha atrevido de dar un paso a un lado en favor de Irene Montero antes de que Carmena, amiga del BBVA por la Operación Chamartín y de Florentino Pérez por los pelotazos de ACS, le cree una izquierda pop tan irrelevante como Errejón, búsquenlo en la Vanity Fair y en otras pocilgas superficiales.

El modelo son Los Verdes alemanes o su adaptación valenciana, Compromís: Más España se podría llamar la idiotez socialdemócrata que seguiría la estela de los "bobós" (burgueses bohemios que no ponen en duda el sistema económico: en vez de diseñar una alternativa económica al capitalismo se disfrazan de malotes tolerados en el Instagram).

El gran jefe

Coronando toda la porquería se encuentra Felipe VI, al que no se le moverá una ceja el 28-A porque es consciente de que el bloque monárquico (PSOE, PP, Ciudadanos y Vox) achicarán al bloque republicano (Podemos, ERC, Bildu y PDeCAT), que suman ahora 95 diputados en el Congreso. Pero menguarán hasta convertirse en irrelevantes. El republicanismo hizo evolucionar España entre 1808 y 1936 y ese año fueron borrados por el fascismo hasta que los remató en 1982 el PSOE, traidor desde que en 1919 se vendieron a las élites para no apoyar a Lenin.

Felipe VI, amigo de Arabia Saudí, auspiciador de Vox, comprensivo con los palos policiales el 1-O y menos pícaro para bien y para mal que su padre, es un digno bisnieto de Alfonso XIII, que fió su destino al de Miguel Primo de Rivera. El jefe de Estado ve con buenos ojos como Podemos regrese cargando contra las élites, todas menos la monarquía (la han vuelto a borrar del programa e Iglesias quiere juzgar al emérito porque no se atreve con el actual). El Rey también está feliz al ver como Pedro Sánchez babea y presume en su ridículo libro de su presunta amistad con él.

El actual presidente del Gobierno ganó las primarias cargando contra el establishment y vio triunfar la moción de censura contra Rajoy gracias al bloque republicano. Pero llegó a La Moncloa del brazo de Iván Redondo, "limpiando Badalona"; de Dolores Delgado (amiga de Villarejo y Baltasar Garzón); de ministros ultras (Borrell y Grande-Marlaska); de inútiles redomados (Pedro Duque o María Jesús Montero); y de Alberto Pozas, míster pendrive.

Sánchez se olvidó de mostrar la lista de evasores fiscales, de tumbar la reforma laboral y de preguntar en el CIS por la monarquía, el peor de todos nuestros males mientras nos distraen con el procés de Pujol, íntimo de Juan Carlos I, y con la ultraderecha, amiga de Felipe VI y de la conversa doña Letizia, a la que ahora apoyan tras haberle achacado que era una simple divorciada que tenía un abuelo taxista.

Leer más: El gran debate de Pedro Sánchez y los errores de TVE. 

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